DE MUCHACHO SE INVENTÓ UN MUNDO
Donde estaban todos los países, tal y como los vemos en el mapa. Pero le añadió uno que solo él controlaba. Recorrió la ciudad muchas veces y encontró en los descampados del norte una zona donde instaló su estado independiente y pequeño. Aún más pequeño que la Ciudad del Vaticano, en este caso apenas treinta hectáreas. Ya en su casa, dibujó las calles, las fronteras, el palacio presidencial, un edificio administrativo, el campo de fútbol de la selección nacional de Estia, el nombre del país del que era presidente. Organizó un censo, llegaban a tres mil personas. Hizo las genealogías de esas familias, rastreó los estios que vivían fuera de su país, y así pasó varios años feliz, centrado en esa fiesta grande de las cosas pequeñas. Mientras tanto, al otro lado de Estia, sucedía un mundo que era mucho menos real: el de su casa y sus padres, el de su trabajo como administrativo en la estación del ferrocarril. El de un hombre sin amor.
CÉSAR GAVELA
Donde estaban todos los países, tal y como los vemos en el mapa. Pero le añadió uno que solo él controlaba. Recorrió la ciudad muchas veces y encontró en los descampados del norte una zona donde instaló su estado independiente y pequeño. Aún más pequeño que la Ciudad del Vaticano, en este caso apenas treinta hectáreas. Ya en su casa, dibujó las calles, las fronteras, el palacio presidencial, un edificio administrativo, el campo de fútbol de la selección nacional de Estia, el nombre del país del que era presidente. Organizó un censo, llegaban a tres mil personas. Hizo las genealogías de esas familias, rastreó los estios que vivían fuera de su país, y así pasó varios años feliz, centrado en esa fiesta grande de las cosas pequeñas. Mientras tanto, al otro lado de Estia, sucedía un mundo que era mucho menos real: el de su casa y sus padres, el de su trabajo como administrativo en la estación del ferrocarril. El de un hombre sin amor.
CÉSAR GAVELA
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