NOMBRES QUE IMPRIMEN CARÁCTER
Hay un retrato de mi tatarabuela
-Ana Muñiz-
que nos vigila
con esa dignidad en blanco y negro
de las mujeres que se sabían fuertes
y nunca lo olvidaban.
Ni siquiera -o especialmente-
en ese raro instante en que el fotógrafo
la obligaba a distorsionar el rostro
en un gesto artificioso y esforzado.
Ana Muñiz manejaba una tienda,
una casa, varias vidas.
Nunca bajó la guardia.
Mi abuela llevó su nombre
en homenaje a ella.
También mi madre.
Y mi hermana.
Anas todas.
Todas fuertes y grandes en carácter.
Con la misma dignidad,
aunque en color, de su predecesora.
Y yo me llamo Julia.
Julia.
Estoy acostumbrada a repetirlo
porque nadie me oye a la primera.
JULIA CONEJO
Hay un retrato de mi tatarabuela
-Ana Muñiz-
que nos vigila
con esa dignidad en blanco y negro
de las mujeres que se sabían fuertes
y nunca lo olvidaban.
Ni siquiera -o especialmente-
en ese raro instante en que el fotógrafo
la obligaba a distorsionar el rostro
en un gesto artificioso y esforzado.
Ana Muñiz manejaba una tienda,
una casa, varias vidas.
Nunca bajó la guardia.
Mi abuela llevó su nombre
en homenaje a ella.
También mi madre.
Y mi hermana.
Anas todas.
Todas fuertes y grandes en carácter.
Con la misma dignidad,
aunque en color, de su predecesora.
Y yo me llamo Julia.
Julia.
Estoy acostumbrada a repetirlo
porque nadie me oye a la primera.
JULIA CONEJO
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