martes, 10 de noviembre de 2015

Lectora en el metro, un poema de El bolso de Mary poppins



LECTORA EN EL METRO



A las siete menos diez de la mañana
el vagón todavía no está lleno.

Casi siempre encuentras libre
un rincón alejado de la puerta
donde nadie te observa.

Mucha gente, a esas horas,
lee el periódico
o dormita recostada
sobre su propia rutina amarillenta.

En cuanto arranca el tren, abres el libro
y enseguida te asoman a los ojos
una bandada feliz de alcarabanes.
Cada vez que das vuelta en una página,
tus dedos reconocen
el tacto de la Ceiba y el Marfil Vegetal
y se demoran en el recorrido.

El trayecto dura 23 minutos.

Cuando cierras el libro
el color de tu rostro se transforma.
Te mimetizas, como los camaleones,
en un gris desvaído,
muy semejante al tono de los suelos
que tienes que limpiar.

Sólo retorna el rojo a tus mejillas,
y el azul, y el naranja,
y todos los colores de tu tierra,
a la hora del regreso,
otra vez con el libro entre las manos.

Confías en que nadie te pregunte
porque viajas con el mismo libro siempre.

No quieres explicar que son sus hojas,
el olor de sus páginas,
las que te llevan cada día por un rato
a los manglares en los que creciste.

Y no quieres que nadie se dé cuenta,
sobre todo,
de que nunca te enseñaron a leer.

JULIA CONEJO ALONSO





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