martes, 16 de octubre de 2012

Un poema de Roberto Bolaño

LOS PERROS ROMÁNTICOS

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el espacio de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
Y aquí me voy a quedar.

ROBERTO BOLAÑO


domingo, 14 de octubre de 2012

Un poema de Jaime Sabines

NO ES QUE MUERA DE AMOR, MUERO DE TI...

No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mi, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro
acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo, dichosa, penetrada,
y cierto , interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos oscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mi, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

JAIME SABINES



jueves, 11 de octubre de 2012

Algunas Luminarias, de Miguel Ángel Curiel

ALGUNOS POEMAS DE LUMINARIAS

9

Mi casa debería estar vacía, y yo vacío. Casas vacías y hombres llenos. Al revés, casas llenas y hombres vacíos. Un espacio vacío para la vida. Grandes ventanas dando a espacios amplios y paisajes limpios. La poesía siempre se da a media altura. Allí donde suelen estar los pájaros se dirimen los asuntos de la tierra y el cielo. Una casa vacía para que pueda entrar la luz de la poesía. Un hombre vacío.


31.

Buen tiempo. Le escribo al sol en una mesa de madera blanca a la sombra de la higuera. Escribo en la luz y la luz no permite que vea las palabras que estoy escribiendo. Escribir a ciegas. Cuando al rato lo vuelves a leer, favorecido por una ligera sombra, dices, me faltó claridad. Faltó expresarlo todo de manera más clara, y sabes que no lo puedes romper.

242

Todo náufrago es finalmente un poeta, un hombre renacido que comprende las sustancias de la inmensidad y de las fuerzas de la naturaleza. Puede hablar con el cielo aunque no haya dioses, sublimar esta falta, esa ausencia con lenguaje absoluto. Un poema sobre la nada lleno de palabras.


252

Un niño que en el día de mi muerte lleve en la mano la ceniza de mis palabras, me abra la boca y allí la vierta. Un niño que ese día juegue con la vida. Un día de sol.


MIGUEL ÁNGEL CURIEL


lunes, 8 de octubre de 2012

Un poema de Juana Castro

ALICIA DESPOSADA

Era blanca la boda: un milagro
de espuma, de azahar y de nubes.
Cenicienta esperaba.
Las muchachas regaban cada día
los frágiles cristales de su himen.
Blancanieves dormía.
Al galope
un azul redentor doraba la espesura
y la Bella Durmiente erguía su mirada.
Las vestales danzaban. Y las viejas mujeres,
en las noches de invierno,
derramaban sus cuentos de guirnaldas,
de besos y de príncipes.
Era largo el cabello, eran frías las faldas
por las calles de hombres.
Las fotos de las bodas
irradiaban panales de violines
y era dulce ser cóncava
para el brazo tajante y musculoso.
La boda les cantaba por el cuerpo
como un mar de conjuros.
Y a la boda se fueron una tarde
con su mística plena. Y cambiaron
la hora de su brújula
por el final feliz de los cuentos de hadas.

JUANA CASTRO


jueves, 4 de octubre de 2012

Un poema de Carlos Aganzo

POEMA INICIAL

El té sobre los besos derramado
y en la mesa mil libros
como ramas de almendro
movidas por el viento de los bárbaros.
Tu suave piel, tus dulces acertijos
jugando con la voz de los poetas
que bebieron el vino
y besaron los labios de las rosas
delante de nosotros.
Todo más bello aún,
más alto, más intenso
por saber que se acaban
los racimos de música
y la antigua fragancia de los tilos.

Tu piel estremecida. Tus ojos arrasados.
Un suave tintineo de cristales.
Mil caballos sin ojos que galopan
hasta estrellar su rabia contra el mundo.

CARLOS AGANZO


lunes, 1 de octubre de 2012

Morir sin haber vivido, poema inédito

MORIR SIN HABER VIVIDO

Morir
sin calenturas en los labios
de sueños que abrasaron
el envoltorio frágil
de los días vividos.

Morir
sin un desván
alojado en el pecho
reventando de imágenes
que, al cabo de los años,
aún alteran el usual
recorrido del aire
en los pulmones.

Morir
sin haber muerto cada día
de vida palpitante
y no saber
que existe
otra manera de morirse.

Más dolorosa.

Pero menos vacía.