viernes, 7 de febrero de 2014

Un poema de Tres mujeres, de Sylvia Plath

Soy yo misma otra vez, no hay cabos sueltos.
Desangrada, blanca como la cera, no tengo ataduras.
Soy plana y virginal, lo que quiere decir que nada ha sucedido,
nada que no pueda ser borrado, raspado y rasgado, empezado
de nuevo.
Estas ramitas negras ya no piensan en florecer,
ni estas secas, secas alcantarillas, sueñan con la lluvia.
Esta mujer que encuentro en los escaparates -está impecable.

Tan limpia que es transparente, como un espíritu.
Tímidamente superpone su pulcra persona
al infierno de naranjas africanas, de cerdos colgados de las patas.
Está volviendo a la realidad.
Soy yo. Soy yo.
Saboreando la amargura entre mis dientes.
La incalculable maldad de cada día.

SYLVIA PLATH



miércoles, 15 de enero de 2014

Epitafio, un poema de Juan Gelman

EPITAFIO

Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.

Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.

¡Digo que el hombre debe serlo!

(Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.) 

JUAN GELMAN

viernes, 10 de enero de 2014

Un poema de Las sumas y los restos, de Ana Pérez Cañamares

Hay palabras que se van cerrando
como bares viejos
para abrir zapaterías.


Palabras que nunca más pronunciaré
con naturalidad. Palabras que
para siempre sólo serán citas.


Nunca viví dentro de la palabra
abuelo. Abuelo era el título de un cuento
escrito en otro idioma.


Madre fue una palabra temida y adorada
un tótem levantado en medio de La Mancha.


Padre un pasillo en el que nunca
me detuve por mucho tiempo.


Palabras cerradas.
Juguetes de la infancia que ya
no se fabrican.

ANA PÉREZ CAÑAMARES


lunes, 30 de diciembre de 2013

El hambre de estar vivo, un poema de Muñecas recortables

EL HAMBRE DE ESTAR VIVO

Algún arroyo ha tenido
que brotarte del pecho
en las tibias mañanas de verano
que peinaron tus sueños.

Algún sordo rencor
has debido de escupir
entre los pliegues absurdos que el dolor
ha dibujado
a la orilla del río
en el que agonizaban
docenas de cangrejos.

No hay oración que te hayamos escuchado,
ni recuento de imágenes amables
que alivien el avance
implacable de las llamas.

Y no te hemos oído gritar
que estás aquí,
como siempre,
despejando las hierbas del camino,
aunque tu silueta
sea sólo una sombra que se va desgastando
poco a poco
al rozar las paredes.

No te hemos visto mordiéndote las uñas
hasta arrancarte los dedos
uno a uno.

Ni hemos sentido tu piel erosionada
con los zarpazos
del hambre
de estar vivo.

JULIA CONEJO ALONSO




sábado, 14 de diciembre de 2013

Un microrrelato de Fermín López Costero

LOS APARECIDOS


Con frecuencia, pero también cuando menos lo espero, se me aparecen mis padres. Tras el susto inicial, el miedo va dejando paso a un sentimiento de impotencia y de rabia, porque, por más empeño que pongo, nunca consigo comuni-carme con ellos. Me gustaría decirles, sobre todo, que los echo mucho de menos, que me cuesta asumir que aquel desgraciado accidente me haya privado de su compañía.
Luego, cuando desaparecen, me quedo durante horas muy triste, abrazado a las flores que amorosamente han depositado sobre mi lápida.

FERMÍN LÓPEZ COSTERO


viernes, 15 de noviembre de 2013

Un poema de Gioconda Belli

PAISAJE LUNAR

Hace tiempo que vivo en un paisaje lunar.
Un paisaje lunar alumbrado por la sonrisa de una niña
Y la fantasía de un hombre que se sueña feliz a mi lado.
De puntillas llevo mi tristeza
La traslado escondida como contrabando
De un extremo del día al extremo de la noche.
En mi tristeza está el fuego que me he robado y que oculto
De esas miradas inocentes que no saben que sobrevivo
Sólo para ellas.

GIOCONDA BELLI


lunes, 11 de noviembre de 2013

Un poema de Leopoldo María Panero

EL CIRCO

Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma.
Mi hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.

LEOPOLDO MARÍA PANERO