viernes, 25 de septiembre de 2015

Un poema de Felipe J. Piñeiro

UNO SOLO

Y a cada verso
una rasgadura en mi piel

hasta llegar a la carne
y después

al hueso,

y en el vicio del más
continué arañando,

sin sangre

el verso se hizo cuerpo,

la herida sentimiento
y el poema,

yo.

FELIPE J. PIÑEIRO


martes, 15 de septiembre de 2015

Un poema de Angelina Gatell

IMAGEN

Me miro en el espejo, me escudriño
en esa imagen confusa que ante mí comparece
solicitada aún por la memoria.

Pero ya nada en ella es como fue.
El tiempo
ha ido trabajando sobre su piel el frío,
la extinción de la luz, la afrenta
inopinada de los días.

Por sus manos gastadas cruzan
prominentes arroyos por donde va la sangre
en busca de la muerte.
                                   En sus ojos
persisten las imágenes
que habitaron el llanto de dos siglos,
las guerras, el derrumbe de los sueños,
el nunca ya posible claror de lo olvidado.

Y sin embargo, cuánta vida
queda detrás, fluyendo hacia el mañana,
atestiguando que ella también estuvo aquí
y a fuerza de dolor fue construyendo
su pálida figura, todavía
                laboriosamente absorta ante los vientos.

ANGELINA GATELL


miércoles, 17 de junio de 2015

Un poema de "El bolso de Mary Poppins"

NOCHE DE SAN LORENZO

Tres mujeres mayores
y dos niños
salen a buscar luciérnagas
la noche de San Lorenzo.

Las mujeres se van contando historias
de noches como esta,
cuando sus vidas eran un hervidero
de gente que ya no está
y proyectos que nunca fueron.

Los niños hacen preguntas,
gastan bromas, corren
y comienzan a cantar una canción
popular
que las mujeres también conocen.
Un instante después,
los cinco están cantando.

Ni una sola luciérnaga se asoma,
pero, a cambio,
la oscuridad les regala
un repertorio de estrellas inaudito.

Cantan todos
y el mundo vuelve a ser,
durante un rato,
ese lugar placentero y confortable
del que tanto se acuerdan.

JULIA CONEJO





viernes, 12 de junio de 2015

Un poema de Laura Casielles

RABAT (IV)
LA VISITA

Yo no soy de aquí:
nada podría ofrecerte.

Esta casa no es mía,
no conozco este idioma,
los amigos con quienes cuento
también tendrán que irse.

Las tradiciones me son ajenas y no sé cómo explicarte
que no sé mejor que tú lo que quieren decirnos.

No tengo mapa con el que auxiliar este desconcierto son traducción,
este desamparo de tribu perdida,
este vagar mientras se acerca la tormenta.

Yo no soy de aquí:
nada podría ofrecerte.

Apenas este balcón para mirar juntos
cómo cae la tarde y ya termina
el tiempo del ayuno.

LAURA CASIELLES




miércoles, 27 de mayo de 2015

Un poema de Jesús Lizano

LA BELLEZA

¿Y si os dijera que la belleza
se encuentra en todas las cosas,
que ilumina todos los mundos,
que alienta todos los cambios,
que se deshace y recupera
sus formas, sus alianzas,
que se funde y solidifica,
se extiende y se recoge,
se esconde y se manifiesta,
baila en una partícula,
se pasea en un astro,
despierta en todas las voces?
¿Y si os dijera
que no está en la imagen sino en el impulso,
en la atracción que nos envuelve,
que la belleza
está naciendo continuamente,
que basta diluirse en ella
para olvidarse de nuestra finitud,
de nuestra esencia escindida,
confusa, turbulenta?
¿Y si os dijera
que la fuerais llamando,
que abrierais las ventanas de los sueños y de las cosas?
Qué cosa no fue antes un sueño
y qué sueño existiría
si no existiera la belleza.
Ella la que sufre,
la que grita, la que proclama
la libertad de las cosas,
la libertad de los sueños,
atraviesa los ojos,
atraviesa las manos,
se confunde con las lágrimas,
emerge de todos los movimientos,
engendra nuestros deseos.
¿Y si os dijera que el universo
sólo es el mensajero de la belleza?
¿Y si os dijera
que morir es diluirse en la belleza,
transformarse en mundo,
que el mundo sólo es belleza transformándose,
que vivir es transformarse en belleza?
¡Habría conquistado la inocencia!

JESÚS LIZANO


lunes, 11 de mayo de 2015

Un poema de "El ruido de la savia" de Pedro A. González Moreno

CONSTRUIR

Atento siempre a la plomada,
al afán vertical de los ladrillos
y a la canción opaca del cemento, mi padre
me decía a menudo
y siempre muy despacio, como si masticara
arena en las palabras,
que era preciso construir,
alzar paredes, techos contra el frío,
sólidos muros y altos cielorrasos
contra tanta intemperie.

Y mientras se elevaban los tabiques
a veces me explicaba que una casa
era igual que la vida.
Hacían falta para construirla
manos muy recias pero al mismo tiempo
tiernas, casi de pan, como las suyas.
Era preciso levantar andamios
con esa misma lentitud del árbol
que construye su sombra desde las raíces
y eleva desde allí, cada día más alto,
el temblor de sus ramas.
Con lentitud de savia minuciosa,
lo mismo que quien sabe
que es en el aire donde se edifican
los cimientos del vuelo.

PEDRO A. GONZÁLEZ MORENO