martes, 31 de julio de 2012
El deshielo imposible poema inédito
EL DESHIELO IMPOSIBLE
Has crecido en el viento y las libélulas.
Has plantado gacelas en el monte.
Las has regado con cáscara de almendra
y han volado contigo
no sé adonde.
Ahora tienes asfalto entre los labios,
pegajoso y oscuro,
te aprisiona
igual que una bandada de murciélagos.
Me miras.
Me cuentas, con los dedos de una mano,
el deshielo imposible de tu cuerpo.
Y el arroyo de todos tus recuerdos
se desborda
empapándome las piernas,
que se encogen de impaciencia y de deseo.
JULIA CONEJO
lunes, 30 de julio de 2012
Un poema de Jaime Gil de Biedma
NOCHES DEL MES DE JUNIO
Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.
Eran las noches incurables
y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.
Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.
JAIME GIL DE BIEDMA
domingo, 29 de julio de 2012
Un poema de Vicente Martín
Digamos que éste fuera
el último poema que te escribo y que después
me anudara las manos para siempre,
te diría
que todo cuanto dije, si es que ha sido ficción, fue la utopía
más hermosa y real que nunca pude
jamás a imaginarme,
te hablaría
de lo duro que ha sido convivir entre murciélagos
cuyos besos dan asco,
pero ahora
no hablaría de ti ni escribiría otra cosa que no fueran
verdades como puños,
palabras desangrándose que no caben enteras en las líneas
de cien endecasílabos.
Te diría, pongamos, que hoy es viernes y estamos a once de febrero
y a estas horas del mundo nada tiene sentido
sino en ti,
que he comido en tu cuerpo de las mieles más agrias y bebido
los más dulces vinagres,
que he llegado hasta aquí y volvería a buscarte nuevamente
si el azar
se llenara de calles y de nombres
o no hubiera un lenguaje
con que expresar el gozo –o el pecado-que me miento
mintiéndome a mí mismo.
Si éste fuera
ese último poema que nunca escribiré
vivir sólo habría sido un adiós sin adiós
o un hasta luego.
VICENTE MARTÍN
viernes, 27 de julio de 2012
Un poema de Gsús Bonilla
COMO UN DIOS
puedes usar el corazón de precipicio,
y de latidos
las ganas de saltar;
en ocasiones
un traje de cemento
es lo más ligero para llevar de equipaje,
claro que, aunque todo esté perdido
siempre queda ropa impoluta
y sin arrugas
que al menos servirá en la mortaja
sin embargo, siempre fui...o
mejor dicho, yo soy más
de levantarme en las caídas
y resucitar
en los terceros días.
GSÚS BONILLA
puedes usar el corazón de precipicio,
y de latidos
las ganas de saltar;
en ocasiones
un traje de cemento
es lo más ligero para llevar de equipaje,
claro que, aunque todo esté perdido
siempre queda ropa impoluta
y sin arrugas
que al menos servirá en la mortaja
sin embargo, siempre fui...o
mejor dicho, yo soy más
de levantarme en las caídas
y resucitar
en los terceros días.
GSÚS BONILLA
miércoles, 25 de julio de 2012
Cinema Paradiso, poema inédito
CINEMA PARADISO
En tus ojos
escucho cada día
el estruendo del cine Paradiso
la mañana de su demolición.
En los míos,
un motín de miradas anhelantes
-vecinos y curiosos-
que ya llevaban años lamiendo la nostalgia.
Y ninguna cadena artesanal
de besos censurados
para colgarse al cuello
en las eternas noches que aún esperan.
martes, 24 de julio de 2012
Un poema de Dylan Thomas
NO ENTRES DOCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA
No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes, cercanos a la muerte,
que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse
y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro
con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes, cercanos a la muerte,
que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse
y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro
con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
DYLAN THOMAS
(Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell)
domingo, 22 de julio de 2012
Deshielo a mediodía, de Tomas Tranströmer
DESHIELO A MEDIODÍA
El aire matinal repartió sus cartas con sellos incandescentes.
La nieve iluminó y todos los pesares se alivianaron: un kilo pesaba
apenas setecientos gramos.
El sol estaba alto sobre el hielo, volando por el lugar, caliente y frío
a la vez.
El viento avanzó lentamente como si empujase un cochecillo de niño
frente a sí.
Las familias salieron, vieron cielo abierto por primera vez
en mucho tiempo.
Estábamos en el primer capítulo de un relato muy intenso.
El resplandor del sol se adhería a todos los gorros de piel,
como el polen a los abejorros,
y el resplandor del sol se adhirió al nombre INVIERNO
y se quedó allí hasta que el invierno hubo pasado.
Una naturaleza muerta de troncos, en el lago, me puso pensativo.
Les pregunté:
«¿Me acompañan hasta mi niñez?» Respondieron: «Sí».
Desde la espesura se escuchó un murmullo de palabras
en un nuevo idioma:
las vocales eran cielo azul y las consonantes eran ramas negras
y hablaban
muy lentamente sobre la nieve.
Pero la tienda de saldos, haciendo reverencias con su
estruendo de faldas,
hizo que el silencio de la tierra creciese en intensidad.
TOMAS TRANSTRÖMER
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